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Desde Velouriz (Septiembre de 2023)

* Toda la info sobre nuestro nuevo proyecto en:
https://velouriz.jimdosite.com/
 
Ojalá un día florezcan estas campas, alberguen comunión humana, acogan círculos de oración, canto, danza.... Quiera Dios que el proyecto en el que tanta ilusión, ahorros y esfuerzo hemos puesto, prospere… De momento es altar íntimo cuya belleza eleva hacia lo más alto mis anhelos. De momento pediré, embelesado por la paz y la armonía de este lugar ya propio y por lo tanto compartido, que todos los humanos encuentren esta suerte de felicidad austera, que todos mis congéneres puedan gozar de una vida sencilla, natural, en conexión con la Tierra, Nuestra Madre, una vida por ende, necesariamente dichosa.

Mi más ferviente deseo en este atardecer tan colmado es que más y más seres establezcan la conexión con su alma y así gocen con la comunión que ya es de todas las almas, por supuesto con el Alma Una de la cual todas procedemos y en la cuál tenemos nuestro Ser.

SOLEDAD SONORA

De repente todo se detuvo ante esta soledad tan habitada, frente a este inmenso prado de Velouriz. Sin embargo el silencio emerge sonoro, acerca momentos gratos. Los ecos de los cantos, de las músicas y de la comunión florecida en las danzas nos acompañan. Tantos recuerdos felices vividos en Tierra cátara desfilan sobre este fondo de paz y de gratificante verdor.
La primeras castañas se precipitan al suelo empapado de nuestra nueva finca con todo el peso de la añoranza. Septiembre siempre ha de cargar con el peso desmesurado de la nostalgia. Le corresponde dejar atrás todos los momentos gratos vividos en el verano. Como si ya no volvieran a ser, como si la fraternidad fuera algo efímero, fugaz, siempre limitada a un instante ya pasado.

…y embargo hay una fraternidad que se prepara que no conoce septiembres, que no sabe de interrupciones, que se prolongará sin tiempo. Hay una comunión que nos aguarda, que hemos de construir dejando en el empeño todo el lastrante peso de nuestra personalidad inferior y sus desmedidas nostalgias.



"TOLDO" ERA PASAJERO

Aunque la tierra está húmeda y blanda, el hacha se encuentra desafilada. A duras penas saco punta a los grandes postes de madera. Quizás las piedras de viejo granito que recojo alrededor ayuden a apuntalar las estacas. ¿Resistirá el avance que trato de levantar los primeros y audaces vientos del otoño? Siento un "dejá vu" al desriñonarme con la azada, como si en esta vida hubiera frecuentado otras veces este "kilómetro cero", este arranque de nueva vida; hubiera buscado este ideal que nos sobrevuela y que una y otra vez tratamos de atrapar y encarnar. ¿Cuántos intentos comunitarios quedan ya a las espaldas, hemos dejado en otros parajes de ensueño…?

No me pesa. Pongo excelente música ante el prado inmenso y trato de regalarme la sensación de que todo está bien, de que las ampollas que ya ahora brotan en las manos del teclista y torpe escritor eran las acordadas. Hemos de construir obviando los resultados, hemos de levantar conscientes de lo efímero de las cosas y las construcciones, de que seguramente esa conciencia que tratamos de poner en el instante del trabajo, ese agradecimiento que incluso llegó a asomar a los labios, será lo único que nos llevaremos. Nos llevamos el instante sagrado, pues cuando todo está izado, puede esconderse agazapado un fuerte y sorpresivo viento con su enseñanza en retaguardia.

Una vez más, en esta mañana radiante que nos ofrece la nueva finca de Velouriz, el momento apurado en plena atención, se revela como el fin último y duradero. Evito obsesionarme con el mañana. No sé si las estacas resistirán, si el viento se mofará del toldo, si la Vida, siempre la más sabia, una vez más de nosotros. No sé si el grupo se manifestará lo suficientemente fuerte para persuadir en firmeza y unidad… ¡Ojalá! ¡Dios lo quiera! De momento, toda esta belleza circundante limpia mi alma a grandes restregones. Hay una imprescindible ITV íntima que a menudo te sorprende sin necesidad aviso en el móvil. No tengo un momento de meditación en particular, procuro que el día entero devenga una meditación sin principio, ni fin.

No sólo el "toldo", en realidad "todo" era pasajero. Debe ser la "impermanencia de las cosas" que una y otra vez nos recuerdan con acierto los de túnica azafrán. Los proyectos, las edificaciones, los emprendimientos…, los pueden barrer los temporales, pero también el desencuentro humano, la enfermedad agazapada, la urgencia que emerge en otra geografía… Hemos de izar sabiendo que estamos de paso, hemos de levantar austero, desapegado, sencillo, pues de esa forma mermará el dolor cuando de nuevo el motor en marcha, cuando haya que volver a cavar la tierra e hincar el madero con otra hacha, ojalá más afilada.

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